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JUNIOR PARADAS / Paradigma de la mesa de diálogo nacional

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PARADIGMA

Comprender que todo esfuerzo humano tiene consigo la búsqueda de resultados concretos sobre el objeto que impulsa su realización, ya es por si solo un valor agregado al establecimiento de la concienciación colectiva; más cuando la pretensión de esos esfuerzos persigue la ruptura y transformación de la cultura existente sobre cuyos patrones se sostienen las fuerzas dominantes que mancillan la realización libre de los individuos en sociedad.

Con el ascenso al poder político de los sectores que conforman el gobierno del Estado venezolano, al pueblo se le impuso un patrón cultural cuyos valores y principios fundamentales que lo orientan son la mentira, el populismo, la pobreza, el hambre, la escasez y la miseria, como elementos determinantes de un esquema gubernamental que crea en la sociedad venezolana un orden casi exclusivo de dependencia de las políticas de gobierno, puestas en marcha como fórmulas de atención a las precariedades sociales, mientras la generación de riqueza país cada vez más sucumbe a la fuerza avasallante de estos mecanismos gubernamentales para hegemonizar el control social absoluto de los habitantes, que atropellados permanentemente enajenan a la perversidad gubernamental, su constitucional estatus de ciudadano.

Esa realidad, le proporciona al gobierno un horizonte social libre de obstáculos o resistencia humana para erigirse como en efecto lo han hecho en nuestro país, un gobierno cuyo mensaje usa el lenguaje de la prosperidad pero practica el fracaso, usa el lenguaje del desarrollo pero su praxis económica es la miseria social como cultivo de sus políticas; hace uso de los códigos deontológicos que definen los valores de la sociedad, pero su practicidad es la KAKISTOCRACIA (corrupción) con lo cual institucionaliza la maldad como instrumento de gobernabilidad, pregona la democracia y los valores republicanos, pero a contrapelo de ello, su patrón de conducta político gubernamental lo rige la CLEPTOCRACIA (gobierno de ladrones), cuya conducta la secunda la oposición visible del país, siendo justificadores recíprocos de la barbarie contra la Patria.

De ese modo, hemos corrido la suerte maldita de ser administrados públicamente bajo la cultura nociva de la mentira, la corrupción, la tiranía, la hegemonía, la complicidad, bajo cuyo manto se ha entretejido una elite oligárquica propia del neo-fascismo que conculca los derechos inmanentes de los ciudadanos, atropella y amenaza a todo aquel que se oponga a su cultura cleptómana, destruyen la reputación y moral de los ciudadanos honestos, con la que lavan la inmoralidad que los caracteriza, condenan el hambre pero destruyen los medios de producción, fustigan la riqueza de los particulares pero se apropian de la riqueza pública, y sin cortapisas morales se piensan imprescindibles y salvadores de los pueblos del mundo que sufren los embates del hambre, las enfermedades y la pobreza.

Bajo ese concierto de epítetos se instala la MESA DE DIÁLOGO, auspiciada por los partidos políticos cuyos principios constitutivos los rige los valores de la democracia y el republicanismo que los fusiona al eterno pensamiento de libertad, unidad e independencia que patentó la entelequia de los libertadores patrios. Mesa que surge de los intrincados momentos que transita la sociedad venezolana como una herramienta para destrancar el juego político y aflorar versátiles soluciones que aseguren la superación del largo trajinar de la recesión generalizada en la que los desaciertos gubernamentales y políticos han imbuido al pueblo de libertades y de infinitas riquezas, llamado VENEZUELA.

No es un espejismo los puntos en discusión que se han acordado y que han iniciado el fruto concreto de esos esfuerzos. La mesa de diálogo venezolana está pariendo la concepción de un nuevo paradigma político que sea capaz de deponer la insensatez, la irracionalidad, las pretensiones individualistas, cuando el interés superior del país este de por medio.

 Un paradigma que apunta a destrancar el juego político venezolano y a generar las condiciones más favorables que hagan posible la superación del latrocinio en el cual vivimos condenados a las dadivas de los corruptos que gobiernan para miserear la existencia natural de nuestra sociedad.

Que no quede la menor duda, que los resultados de los esfuerzos de las delegaciones que sabiamente optaron por el dialogo serán el camino seguro a transitar en lo adelante para lograr la superación de tan abominable situación que nos ha tocado vivir.

Esas garantías no tienen color político, porque están y serán concretadas pensando en el porvenir de prosperidad para los niños, las niñas, los adolescentes, las y los jóvenes, los hombres y mujeres que con sus habilidades y destrezas son el combustible para el funcionamiento del aparato productivo, al igual que son una garantía para el patrimonio nacional de la experiencia acumulada de nuestra sociedad (los viejos y viejas) hoy vulnerados como los niños “de la patria” que deambulan bajo los signos indiscutibles de la indigencia infantil, ante tanto esfuerzo gubernamental para hacer de la vida venezolana una tragedia humana.

Tengamos confianza en los esfuerzos de esos venezolanos que con gran sabiduría entendieron que las tiranías modernas no se derrotan con ingenuidad política, sino con el uso de sus propias armas; preparando escenarios con garantías que generen confianza en todos los que estamos resueltos a subvertir el actual orden de oprobios, por un nuevo paradigma político-económico-social que asegure la prosperidad, el crecimiento y el desarrollo de todos los venezolanos como única fórmula para construir la felicidad de cada ser humano, de cada familia y de cada ciudadano que cumple con sus deberes, obligaciones y ejercita sus derechos.  

Junior Paradas

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